Después del golpe de estado del 28 de junio, la comunidad internacional rechazó de diversas maneras al nuevo régimen. Una de estas formas fue la expulsión de Honduras de la OEA.
La ruptura del orden constitucional, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, la persecución a los medios de comunicación independientes, son motivos más que suficientes para realizarlo. Y más aún. Puede interpretarse el golpe de estado en Honduras, como un laboratorio en el que se ensayan las nuevas modalidades de contrainsurgencia, frente a gobiernos que desafían la hegemonía norteamericana en la región, a partir de su articulación en el ALBA, y en diversos mecanismos de integración, al margen de los mandatos de EE.UU.
Luego del golpe sucedió lo no calculado: el nacimiento de una resistencia popular masiva, enérgica, combativa, que en dos años no dejó de movilizarse, de salir a las calles, de pelear por cada uno de sus derechos.
Un pueblo en resistencia, que dio todo de sí, hasta la vida de muchos de sus hijos e hijas.
Asesinatos, amenazas, prisiones, exilio, pérdida de tierras, pérdida de derechos en todos los planos, son parte del proceso vivido a partir del gobierno de Micheletti primero, y de Porfirio Lobo ahora. De esto dan cuenta cabalmente todas las instancias internacionales de derechos humanos como la CIDH, Amnesty Internacional y la Comisión de Verdad, que han hecho –o están haciendo- informes sistemáticos y minuciosos sobre las violaciones a los derechos humanos.
El golpe de estado buscaba también detener el proceso que se abría ese 28 de junio, de profundización de la democracia a través de la Cuarta Urna, para la convocatoria a una Constituyente que pudiera abrir el camino a la Refundación de Honduras.
Hoy, a partir de los acuerdos de Cartagena de Indias, realizados entre los gobiernos de Colombia, Venezuela, y el régimen de Pepe Lobo –con el aval de Mel Zelaya y de una parte de la dirección del FNRP-, se pudo avanzar en la concreción de un hecho histórico: el retorno del exilio del presidente destituido por el golpe.
Sin embargo ese hecho no alcanza para revertir la caracterización del gobierno de Porfirio Lobo, como continuista de la política iniciada con el golpe de Estado.
No regresaron todos los exiliados y exiliadas, ni se abre paso al juicio y castigo a los responsables del golpe de estado y de las violaciones a los derechos humanos. Tampoco se crean condiciones para marchar hacia un proceso de Refundación de Honduras.
Por el contrario, se busca institucionalizar y dar gobernabilidad al régimen heredado del golpismo, en el que siguen amparados todos los personeros de la dictadura.
Es por ello que los movimientos sociales agrupados en el ALBA en Argentina, rechazamos la decisión de la OEA de reintegrar a Honduras en su seno, y convocamos a los movimientos populares de toda América Latina a seguir demandando el fin de la impunidad, del militarismo, del golpismo, y a solidarizarse con la resistencia hondureña activamente.
Rechazamos la mediación del gobierno genocida de Juan Manuel Santos, en los acuerdos mal llamados “de reconciliación”.
¡Nunca más golpes de estado en América Latina!
Los pueblos no perdonamos a los golpistas, a los asesinos, a los que subordinan nuestros países a los dictados norteamericanos.
Los pueblos no nos reconciliamos con nuestros verdugos.
¡Honduras resiste con dignidad! ¡No están solos/as!
Movimientos Sociales del ALBA - Capítulo Argentino
Frente Darío Santillán - Movimiento Nacional Campesino Indígena - Juventud Rebelde 20 de diciembre - Grupo de Estudios de América Latina - Pañuelos en Rebeldía - Central de Trabajadores Argentinos CTA
2 de junio / 2011
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